Las malformaciones arteriovenosas son anomalías, probablemente congénitas, en las que hay una comunicación anormal entre vasos arteriales y venosos, sin lecho capilar. Series de autopsias revelan que la incidencia de este tipo de lesiones es entre 0,04 % y 0,52 % de la población general. Aunque pueden ser asintomáticas, las MAV pueden presentarse con défi cit neurológico, cefalea, convulsiones o, más frecuentemente, hemorragia. La hemorragia intracraneana es la complicación más grave de las MAV; se calcula que el riesgo anual de hemorragia en estos casos es entre 3 % y 4 %, con 10 % a 29 % de mortalidad asociada a cada episodio de sangrado y aumento del riesgo de re-sangrado en 6 % a 18 % en el primer año luego de cada episodio hemorrágico.
El manejo conservador de las malformaciones arteriovenosas no es una alternativa aconsejable, ya que coloca al paciente a merced de las consecuencias de la historia natural de la patología: una hemorragia puede ocasionar daños irreparables en pacientes dejados a la libre evolución de su enfermedad.
Los objetivos del tratamiento son: obliteración completa de la malformación arteriovenosa, restauración de la circulación normal y preservación de la función neurológica y de la vida. El manejo actual de las malformaciones arteriovenosas comprende el uso de microcirugía, radiocirugía y/o terapia endovascular.
En la elección del tratamiento más apropiado en cada caso deben considerarse factores como: síntomas, edad, patologías concomitantes, características angiográfi cas de la malformación (por ejemplo, aneurismas asociados) y el historial de hemorragia de la MAV. Otro factor importante para tener en cuenta es el grado de Spetzler-Martín, determinado por el tamaño, localización y drenaje venoso de la lesión. Se mide mediante una
escala que predice el riesgo de morbimortalidad quirúrgica; puntuaciones altas están asociadas con un alto riesgo de déficit neurológico permanente después de la cirugía